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DE TUMBE EN TUMBE
Por JUAN T H

Dice el presidente de la franquicia Partido Renacentista Nacional (PRN), doctor Agustín Encarnación Montero, que supongo le habrá aportado no menos de 150 mil votos al PLD para que el presidente Fernández ganara las elecciones en primera vuelta, que en el Palacio Nacional le dieron “un tumbe”, pues le prometieron enviarlo al “infierno” del Instituto de Estabilización de Precios (Inespre), pero que al llegar a la sede del gobierno ya lo habían despojado del cargo.

El líder de tan importante fuerza política afirma que, dada la promesa del cargo, preparó su gabinete con dirigentes importantes de su partido. Grande fue su sorpresa cuando se enteró que lo dejaron como Perico en la estaca. Dice que le dieron un “tumbe”.

El único que puede dar un “tumbe” es el presidente de la República, porque es él, en su condición de gobernante, jefe de la administración pública, el que quita y pone, el que nombra y cancela.

Un “tumbe”, en el lenguaje “moderno” de los capos de la drogas, (parece que también los hay en la política), es una especie de “capú y no te abaje” de los años 60 cuando los niños correteaban por las indefensas calles de los barrios del país.

Un “tumbe” es un robo entre mafiosos, narcotraficantes y criminales, donde un grupo le arrebata a otro grupo la “mercancía”, ya sea dinero o droga. El “tumbe” generalmente va acompañado de violencia. Los que producen el “tumbe” suelen no dejar testigos.

La degradación moral que afecta nuestra sociedad parece permear todos los estamentos del Estado. La corrupción y el crimen no dejan ya espacios para la ética y la moral, lo que permite, entre otras cosas, que el lenguaje y la práctica de políticos y capos sean parecidos, que haya entre ellos algún paralelismo.
Porque como bien dice María Lucia Silva Barroco en su libro, Etica y Servicio Social: Fundamentos Ontológicos: “Cuando la ética no ejerce esa función crítica puede contribuir, de modo peculiar, para la reproducción de componentes alienantes; puede ubicarse como espacio de prescripciones morales; favorecer la ideología dominante; oscurecer los nexos y las contradicciones de la realidad; fortalecer el dogmatismo y la dominación; remitir los valores para un origen trascendente a la historia; fundamentar proyectos conservadores; actuar de manera tal que no supera la inmediaticidad de los hechos; ultrapasarlos pero no aprehender la totalidad, contribuyendo para que los hombres no se autorreconozcan como sujetos éticos”, que es justamente lo que está ocurriendo en nuestro país.
Los de arriba, los que gobiernan hoy, patrocinan, de modos distintos, la corrupción, presentándola de algún modo, como algo legitimo y cultural.
La inmoralidad que lo degrada todo, incluso la política, también es un instrumento de poder, desde el poder. Esa práctica no tiene nada de novedoso en el mundo, ni siquiera en nuestro país.
El doctor Balaguer hizo de la corrupción una forma de mantenerse en el poder indefinidamente. Lo corrompió todo a un grado tal, que él mismo admitió que descubría “un corrupto todos los días en la administración pública”. Pero no los sometía a la justicia. Al contrario, los protegía. Es más, llegó a decir, sin ningún desparpajo, que “la corrupción solo se detiene en la puerta de mi despacho”. Lo que no sabíamos era si la puerta se cerraba por dentro o por fuera. Como no lo sabemos hoy. (¿?)

El nombramiento de José Francisco Peña Guaba en la Lotería Nacional, “la amiga del pobre y del rico”, es una muestra de la degradación política, de la falta de escrúpulos y hasta de vergüenza.
Ese señor descuartizó al Inespre, un organismo que jugó un rol de primer orden durante el gobierno de Hipólito Mejía a través de los mercados populares, distribuyendo alimentos a bajos precios, protegiendo tanto el productor agrícola como al consumidor.
Por sus acciones en el Inespre, al señor Peña Guaba no merecía un premio, merecía un sometimiento a la justicia, no entregarle una entidad descentralizada, con presupuesto propio, con 200 millones de pesos en bancos y otros 400 millones que entrarán en los próximos días, merecía un castigo ejemplar, moralizador.

Lo del “tumbe” no me sorprende. Este gobierno marcha de tumbo en tumbo y de “tumbe” en “tumbe”. ¿Acaso el préstamo de 130 millones de dólares a la Sun Land sin pasar por el Congreso Nacional no fue un tumbe?

No sólo el líder máximo del Partido Nacional Renacentista ha sido víctima de un tumbe. Danilo Medina también fue víctima de un “tumbe” durante las elecciones internas del PLD para lo cual fue necesario utilizar los recursos del Estado.
Hay quienes dicen que Jaime David Fernández Mirabal no sale de su asombro por el “tumbe” que le han propinado, pues estaba seguro de ir a la secretaria de Agricultura o Salud Pública, pero lo enviaron a un ministerio misterioso y sombrío donde tendría serios problemas con los dueños del país que depredan los ríos y los bosques con la protección oficial.

Pero el “tumbe” grande no se lo dieron, repito, al líder máximo del PRN dejándolo sin pito y sin flauta, ni a Danilo Medina o Jaime David, el “tumbe” grande se lo dieron al pueblo dominicano el 16 de mayo de este mismo año.
Las elecciones del 16 de mayo fueron compradas.
Costaron 30 mil millones de pesos.
Y dejó al candidato presidencial del PRD con las manos en la cabeza.
Ese si fue un tumbe grande.
Lo dijo la Organización de Estados Americanos, lo dijo la Embajada de Estados Unidos, lo dijo Participación Ciudadana, lo dijeron muchos: “El Estado fue factor importante”, sino definitorio, durante el proceso electoral y durante las elecciones”.
Puede decirse, pues, que ese fue el tumbe de los tumbes.

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