POLICIAS Y MILITARES
Por JUAN T H
El secretario de Interior y Policía, doctor Franklin Almeyda tiene razón en sus críticas permanente a la Policía Nacional. No puede ser de otro modo…
Tanto la Policía como las Fuerzas Armadas debieron ser disueltas o reformadas en su esencia política e ideológica tras el asesinato del tirano Rafael Trujillo Molina, porque ambas entidades fueron un soporte fundamental del régimen. Pero no se hizo.
La estructura represiva y corrupta de ambas entidades se ha mantenido a lo largo de los años. A tal punto hemos llegado que la ciudadanía no puede distinguir a un policía o militar de un delincuente. Los ciudadanos le tienen terror a la policía. No es para menos.
Aún en muchos cuarteles y en altas instancias militares se escucha decir a uno que otro general, que “el civil no es gente”.
Aunque se han hecho esfuerzos por renovar la Policía con algunas leyes y reglamentos internos, esa institución continúa siendo un dolor de cabeza para el gobierno.
La Policía Nacional no forma parte de la solución a los problemas de la delincuencia y la criminalidad; al contrario, forma parte del problema. En la mayoría de las bandas de atracadores, narcotraficantes, secuestradores y asesinos suelen participar policías y militares.
El sistema judicial avanza lentamente. Aun hay muchos escollos y muchas dificultades en el sistema, pero se van corrigiendo, no a la velocidad que deseamos, pero algo es algo.
Los jueces ahora son más preparados académicamente, conocen la doctrina del derecho, los códigos, etc. Saben que desapareció “la intima” convicción, que ahora las pruebas resultan fundamentales a la hora de evacuar una sentencia.
Hay sobre ellos más controles. Sus salarios han mejorado aunque todavía no es lo deseado. Merecen más, mucho más. Como los médicos, maestros y demás profesionales. El juez que se pasa de listo termina fuera del sistema y probablemente preso. Todavía hay mucha corrupción y temores al poder político y económico, pero se nota al progreso.
En la Policía, en cambio, no es así. La Policía no siempre es un aliado de la justicia, al contrario, se presenta como el aliado de los narcotraficantes, ladrones y asesinos, lo que hace imposible que el sistema de justicia cumpla su papel.
Entre el sistema judicial y la policía tiene que haber una unidad en torno a los propósitos. Un divorcio como el que existe entre la Policía, el Ministerio Público y los tribunales o jueces, no permite una administración de justicia correcta.
La mayoría de los expedientes llegan a los tribunales mal instrumentados, sin pruebas que los sustenten. Parecen hechos a propósito para que el juez no pueda hacer justicia. La complicidad entre policías y el ministerio público (en manos del Poder Ejecutivo) es obvia.
El juez tiene que ser provisto de todos los elementos probatorios de un delito o de un crimen para poder establecer las sanciones que ordena la ley. De lo contrario tiene que dejar en libertad a los acusados.
Muchos casos de narcotráfico se resuelven en los cuarteles de todo el país. No llegan a los tribunales. De igual modo no toda la droga encuatada llega a los tribunales. Muchos agentes fabrican expedientes, chantajean a los acusados para que busquen determinadas sumas de dinero. Aun se torturan ciudadanos en la Policía. Conozco más de un caso.
La Policía Nacional es un poder muy grande y peligroso.
Las Fuerzas Armadas, también es un poder grande y peligroso.
Ambos muy corrompidos. (Pocos coroneles y generales, pocos jefes militares de todos los tiempos pueden justificar sus fortunas). Los periodistas les tenemos mido al tema de la corrupción y el crimen dentro de la Policía y las Fuerzas Armadas. Ese es un tema tabú. Nadie quiere se encontrado con la boca llena de moscas…
Las Fuerzas Armadas, también es un poder grande y peligroso.
Ambos muy corrompidos. (Pocos coroneles y generales, pocos jefes militares de todos los tiempos pueden justificar sus fortunas). Los periodistas les tenemos mido al tema de la corrupción y el crimen dentro de la Policía y las Fuerzas Armadas. Ese es un tema tabú. Nadie quiere se encontrado con la boca llena de moscas…
En ocasiones Franklin Almeyda pierde la paciencia y grita su impotencia. Lo hace en el desierto. Nadie lo escucha. Nadie quiere escucharlo cuando dicen que sobran generales, cuando reclama un cambio radical en su composición, cuando denuncia el picoteo y la extorsión policial. Ese tema no suma amigos ni aliados.
Dicen que Franklin está loco, que le hace daño al presidente Fernández; que deben destituirlo y colocar a otro que reciba los beneficios del robo y del crimen.
Pocos escuchan a Franklin cuando critica a una institución que está supuesta a ser un aliado de la ley y la justicia, no un cómplice del crimen y el delito.
Cuando autoridades del propio gobierno dicen que el narcotráfico realiza más de 300 incursiones al mes sin ser detectados, estamos admitiendo un nivel de complicidad militar y policial, y civil sin precedentes.
Lo digo y lo repito: La Policía no forma parte de la solución, forma parte del problema.
Resolver la situación, requiere de una voluntad política responsable. Precisamos de otra Policía en la forma y en el fondo.
Ningún presidente de la República se ha planteado seriamente eliminar la Policía. Creo que ha llegado el momento. No importa cuanto cueste. Las policías del mundo no tienen un carácter militar, sino civil.
A nuestra Policía hay que cambiarle el uniforme, el rostro, y hasta la historia. Incluso el Palacio de la Policía deberían demolerlo y en su lugar levantar un inmenso parqueo que tanta falta hace en esa zona.
No digo, porque sería injusto, que todos os policías y todos los militares son corruptos. Los hay honorables, como en todas partes, pero la estructura y la cultura militar atrasada y desfasada que persisten entre ellos no les permiten comportarse al nivel que reclama la ciudadanía. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?
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