HISTORIAS NAVIDEÑAS
Patricia Solano: "Me sentía importante al ser depositaria de un gran secreto
La conductora de TV comparte sus vivencias infantiles
La conductora de TV comparte sus vivencias infantiles
Tomado de Clave Digital Santiago Almada
“Mis recuerdos infantiles son muy felices”, relata la comunicadora, “pero debo decirte que nunca creí en el ‘Niño Jesús’, porque en mi hogar cibaeño como que Santicló no existía, para mi mamá era el ‘Niño Jesús’, pero ella me dijo desde que yo era muy pequeña un secreto que yo no debía decírselo a los otros niños”.
“Mis recuerdos infantiles son muy felices”, relata la comunicadora, “pero debo decirte que nunca creí en el ‘Niño Jesús’, porque en mi hogar cibaeño como que Santicló no existía, para mi mamá era el ‘Niño Jesús’, pero ella me dijo desde que yo era muy pequeña un secreto que yo no debía decírselo a los otros niños”.
Explica que su mamá era en realidad atea, librepensadora, y consideraba que si alentaba en sus hijos la creencia en el Niño Jesús no podría después explicarles “algunas injusticias, porque entonces tú pensarías que el Niño Jesús no quiere a los niños pobres y esa no es la verdad”.
“Eso nos permitió ser más generosos en la Navidad, sirvió para que entendiéramos la necesidad de compartir desde que nos dimos cuenta de que había gente que no tenía las mismas posibilidades que nosotros”.
Dice que su mamá cultivó la generosidad en ella a través de la realidad y de decirle la verdad, y que siempre insistió en que había que regalarles a otros niños los juguetes “viejos” cuando ya se tenían otros nuevos.
Explica que al no existir el “misterio” del señor que trae los regalos, tenía la suerte de que le regalaran lo que ella pidiera, “aunque muy pronto me di cuenta de lo que podía pedir, es decir, hasta dónde podían llegar mis pedidos”, afirma con un brillo de picardía en la mirada.
Le preguntamos si ese “secreto” la hacía sentir importante: “Por supuesto que sí, y cumplí al pie de la letra la recomendación de mi mamá de no decírselo a los otros niños, me sentía en realidad muy ‘sabichosita’ como decimos acá”.
“Pero ese no es mi mejor recuerdo de Navidad” aclara, “mi mejor recuerdo es la cocina, porque mi mamá era una cocinera estupenda” afirma con soltura, “de hecho yo siempre pensé que el pavo horneado de mi mamá, jugoso y sabroso, nunca lo iba a igualar nadie, pero desde que me casé con José Manuel fíjate, ¡Oh, sorpresa! Mi marido es tremendo cocinero, él ha igualado el pavo horneado de mi mamá, o sea que mis navidades siguen siendo iguales en ese aspecto” afirma.
Parece intuir en el silencio con que la escuchamos una especie de cuestionamiento, o talvez juega a adivinar lo que pensamos, porque aclara: “No me casé con él solamente por eso, ¿eh? Porque cuando me casé yo no lo sabía” y sonríe inmediatamente después de esa aclaración.
Su mamá falleció en 1999, “ya no la tengo, dice, pero si ella estuviera, la cena sería en su casa, porque era algo que ella disfrutaba, armar esa enorme mesa, y sorprender con su creatividad, porque a veces, en una Navidad no había pavo, había una langosta termidor, por ejemplo, y tuve la suerte de que a José Manuel le encanta fajarse a cocinar los 24 de diciembre”.
Le preguntamos si mantuvo con sus hijos la misma postura que su madre asumió para con ella en su infancia, respecto del “Niño Jesús” y los “Reyes Magos”, piensa durante una fracción de segundo y responde que sí, “pero no por mucho tiempo, fíjate tú que eso fue con mi hijo mayor, hasta que un día, él les pidió a los Reyes una lap-top de MacIntosh, en ese momento me di cuenta de que había que decirle la verdad” afirma sonriente.
“Creo que no me ha ido mal, una vez me pasó una cosa muy bonita, cuando mi hijo creía en el Niño Jesús, pidió un regalo, un vestido para mí, puso en su cartita ‘un vestido con flores número 32 para mi mamá’, que era la edad que yo tenía en ese momento, imagino que él razonó que si a sus cuatro añitos se le compraban pantalones de ese número” recuerda emocionada.
“Tengo un recuerdo muy hermoso que tiene ver con el arbolito y también con mi mamá, hubo un año que ella decidió que haríamos un arbolito de Navidad de Anacahuita, que es un árbol que tiene unas hojas muy anchas; entonces vivíamos en Los Prados, y ahí precisamente hay muchos árboles de esos”.
“La cosa es que fuimos con mi mamá, y recogimos muchas hojas de esas, que tienen una forma muy bonita, mi mamá mandó a hacer un cono de alambre, fuimos a la iglesia del barrio, donde había muchas hojas de esas en el suelo, pero resulta que esas hojas tienen unos pelitos urticantes, casi invisibles, nos dio una picazón terrible”.
“Ese día nos bañamos como seis veces, y me daba mucha risa porque mi mamá decía: ‘Nos vamos a rascar tres días seguidos, pero qué árbol de Navidad más bonito vamos a tener’, porque mi mamá tenía esa filosofía, ella se reía mucho”.
“Pintamos las hojas con aerosol dorado y las dejamos secar sobre papel de periódico, mi mamá le puso las lucecitas por dentro, así que al encenderlo, los reflejos de las luces sobre el dorado de las hojas le daban una tonalidad especial, ese fue el mejor arbolito de mi vida, nunca tendré otro igual” evoca con los ojos brillantes.
Patricia, hija de Rafael Solano, evoca también la figura de su padre ausente en las fiestas: “ Soy hija de un músico, en esos días mi padre siempre estaba ocupado, no recuerdo haberlo visto nunca un 31 de diciembre en la casa, cuando yo era chiquita el itinerario de la orquesta de mi papá era impresionante, si no estaba en un pueblo estaba en la fiesta de fin de año de una empresa, en cambio mi mamá era abogada y para esas fechas estaba de vacaciones”.
La invitamos a compartir sus deseos y sus augurios para el próximo año, piensa un momento, como si terminara de regresar de su viaje por sus recuerdos. “Yo tengo para esta Navidad un ánimo como de mesura, quizá porque las perspectivas para el 2009 no son muy buenas, en verdad no me gusta mucho hacer augurios, porque queda como que uno hace eso para que lo lean o lo dice para quedar bien”.
Patricia Solano prefiere hablar de sus navidades de hoy, de cómo las comparte con su familia y su trabajo de comunicadora de televisión y de radio.“Mis navidades se desarrollan entre ensayos, porque soy contralto del Coro de la Catedral, y para esta época preparamos el concierto del 25 de diciembre. Son días felices para mí, entre villancicos y el aprendizaje de mis partituras”.
Vuelve a sonreír y finaliza su relato con una expresión entre resignada y risueña: “Me gusta llevarme a los niños a los ensayos porque vienen cantando, aunque eso se me ha convertido en un arma de doble filo. Por un lado, está el chiquito, Rodrigo, que tararea el Aleluya de Händel, pero también está Álvaro, el más tremendo, que me atormenta y goza cada vez que me canta su invento, una parodia irreproducible del Adeste Fideles en latín”.
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