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El amor... salva la vida.
Caso real... un correo precioso.

Sería el único y último abrazo que Carolyn Isbister daría a su diminuta hija prematura.

Rachel había nacido minutos antes - pesando escasos 600 gr. y le quedaban sólo minutos más de vida.


Su corazón latía una vez cada diez segundos, y no respiraba. Cuando los doctores se rindieron, la madre, Miss Isbister sacó al bebé de la manta del hospital y la puso en su pecho.

Afirmó que no quería que muriera con tanto frío, así que la sacó de entre la ropa y la puso sobre la piel para calentarla "sus pies estaban tan fríos", era el único abrazo que le podría dar, así que quería recordar el momento. Entonces, sucedió algo extraordinario. El calor de la piel de su madre hizo que el corazón de Rachel empezara a latir apropiadamente, lo que permitió que inhalara un poco de aire por si misma.

Ella dejó salir un pequeño llanto". "Los doctores vinieron y dijeron que todavía no había esperanzas, pero yo no quise abandonarlas. El capellán del hospital vino, y aguardábamos a que su vida se apagara . Pero ella aguantaba. Y entonces, increíblemente, el color rosado volvió a sus mejillas. Ella estaba cambiando del gris al rosado ahí, en frente de nuestros ojos, y empezó a calentarse también".

Cuatro meses después, Rachael fue dada de alta con más de tres kilos y medio de peso (lo mismo que un bebe recién nacido) y con un saludable apetito.

Isbister, una químico de 36 años, de West Lothian dijo: "Rachael ha sido una pequeña luchadora, es un milagro que ella esté entre nosotros. Cuando nació los doctores nos dijeron que moriría en los próximos 20 minutos. Pero ese abrazo salvó su vida, nunca lo olvidaré".

Los padres, Isbister y su pareja David Elliot, un ingeniero eléctrico de 35 años, en el control de las 20 semanas en el hospital Real de Edimburgo, los doctores le dijeron que era una niña, decidieron llamarla Rachael, pero a la semana 24, una infección los llevó a un parto prematuro.

Miss Isbister, quien además tiene dos hijos, Samuel de 10 y Kirsten de 8, de un matrimonio anterior, dijo: estábamos aterrados de perderla. Yo había sufrido ya tres abortos espontáneos anteriormente, así que no creíamos que hubiera muchas esperanzas. Cuando Rachael nació, estaba gris y sin vida. "El doctor sólo le dio un vistazo y dijo "no", relata Miss Isbister. Ni siquiera intentaron ayudarla a respirar, dijeron que eso prolongaría la agonía; simplemente todos se rindieron.

Ian Laing, un neonatólogo del hospital, afirmó "todos los signos indicaban que la pequeña no lo lograría, y tomamos la decisión de permitirle a la madre darle ese abrazo, era todo lo que podíamos hacer. Dos horas después esa cosita diminuta estaba llorando. Era un bebe milagro, y no he visto nada así en mis 27 años de práctica. No tengo la menor duda que el amor de esa madre salvó a su hija".

Rachael fue llevada a un ventilador, donde continuó haciendo continuos progresos.

Miss Isbister reconoce: los doctores dijeron que ella demostró ser una luchadora y que ahora sí tendría cuidados intensivos pues ya había alguna esperanza. La niña lo hizo sola, sin intervención médica y sin medicinas.

Tenía un apego a la vida, y todo por ese abrazo. Logré calentar su cuerpo lo suficiente para que empezara a luchar.

Debido a que Rachael sufrió una privación de oxígeno los doctores dijeron que había un alto riesgo de daño en su cerebro, pero los estudios no mostraron ningún problema. A medida que pasaron los días, Rachael empezó a ganar fuerza y peso, recibió tratamiento de láser para salvar su vista, porque los vasos sanguíneos no habían tenido tiempo de desarrollarse mientras estuvo en el útero, recibió también seis transfusiones de sangre, mientras que ahora lo hacía muy bien: su latido y respiraciones a veces caían sin aviso, pero se fortalecía cada vez más.

Cinco semanas después le fue retirado el ventilador y a Miss Isbister se le permitió darle pecho. Más tarde, después de cuatro meses, la pareja recibió autorización para llevarla a casa, nunca creyeron que ese día llegaría.

Mis Isbister dijo la niña luchaba tan bien, que cuando la llevamos a casa los doctores nos dijeron que era una extraordinaria niñita. Sobre todo le encantan mis abrazos y puede dormir horas y horas, acurrucada en mi pecho"

Fue ese primer abrazo el que le salvó la vida, y estoy muy contenta de haber confiado en mi instinto y haberla levantado y abrazado cuando lo hice, de otro modo, no estaría aquí hoy, dijo la madre.

Traducción de Elena C.
¿Cuántos bebés serán abortados en vez de ser abrazados?

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