Las Tablas, Baní. R.D..- Se trata de un lugar para la peregrinación construido por los creyentes de la comunidad de Las Tablas, en piedras, siguiendo las orientaciones del sacerdote canadiense Roberto Hymusskm, quien hasta el momento de su muerte en 1995 fue el párroco del lugar.
Las mujeres de la comunidad tuvieron que cargar el agua del río para los trabajos de construcción que realizaron los hombres y que duró un año.Los devotos del santo para los enfermos, suben la escalera de piedras para solicitarle el favor de curar sus penas; precariedades económicas, salud y emociones, en el santuario rodeado por hermosa vista natural.
San Martín de Porres nació en Lima. Perú, en 1579.
Hijo del burgalés Juan de Porres y de Ana Velázquez, negra libre de Panamá. A los 15 años logró ingresar en el Convento de Santo Domingo. Fue admitido como hermano de la orden en 1603. Promovió la idea de que todos los seres humanos, independientemente de su raza o estatus social, merecen dignidad y respeto.
Es común que se realicen eventos de caridad en su nombre, subrayando la importancia de su mensaje de amor y servicio.
Se le considera un faro de esperanza para el mundo, demostrando que el amor de Dios no conoce fronteras.
Falleció el 3 de noviembre de 1639 (59 años), su Beatificación el 29 de octubre de 1837 por Gregorio XVI y Canonizado el 6 de mayo de 1962 por Juan XXIII.
Sus atributos: Perro, Gato, Escoba, Crucifijo, Ratón y Paloma.
Historia familiar
Juan no podía casarse legalmente con Ana, por ser esta mujer de baja condición social, y muy pobre, lo que no impidió que mantuviese con ella una relación de amancebamiento. Fruto de esta relación nació Martín; y, dos años después, Juana de Porres Velázquez, su única hermana. Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de 1579 en la Iglesia de San Sebastián de Lima.
Se formó como auxiliar práctico, médico empírico, barbero y herborista.
En 1594, a la edad de quince años, y por la invitación de fray Juan de Lorenzana, famoso dominico, teólogo y hombre de virtudes, entró en la Orden de Santo Domingo de Guzmán bajo la categoría de «donado», es decir, como terciario por ser hijo ilegítimo (recibía alojamiento y se ocupaba en muchos trabajos como criado). Así vivió nueve años, practicando los oficios más humildes. Fue admitido como hermano de la orden en 1603. Perseveró en su vocación a pesar de la oposición de su padre, y en 1606 se convirtió en fraile profesando los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Dormía solo dos o tres horas, mayormente por las tardes. Usó siempre un simple hábito de cordellate blanco con una capa larga de color negro.
En la actualidad sus restos descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo, de Lima, junto a los restos de santa Rosa de Lima y san Juan Macías en el denominado Altar de los Santos de Perú.
Las historias de los milagros atribuidos a su intercesión son muchas y sorprendentes, estas fueron recogidas como testimonios jurados en los Procesos diocesano (1660-1664) y apostólico (1679-1686), abiertos para promover su beatificación.
Se le atribuye el don de la bilocación. Sin salir de Lima, se dice que fue visto en México, en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos.
Mientras permanecía encerrado en su celda, lo vieron llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos o curarlos.
En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: «Yo tengo mis modos de entrar y salir».
Las plantas que sembraba germinaban antes de tiempo y toda clase de animales atendían a sus mandatos.
Se le atribuyó también el don de la sanación, de los cuales quedan muchos testimonios, siendo los más extraordinarios la curación de enfermos desahuciados. «Yo te curo, Dios te sana» era la frase que solía decir para evitar muestras de veneración a su persona.
Según los testimonios de la época, a veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan solo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Normalmente los remedios por él dispuestos eran los indicados para el caso, pero en otras ocasiones, cuando no disponía de ellos, acudía a medios inverosímiles con iguales resultados. Con unas vendas y vino tibio sanó a un niño que se había partido las dos piernas, o aplicando un trozo de suela de zapato al brazo de un zapatero para sanarlo de una grave infección.
Muchos testimonios afirmaron que cuando oraba con mucha devoción, levitaba y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (aun siendo Martín de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. Otra de las facultades atribuidas fue la videncia. Solía presentarse ante los pobres y enfermos llevándoles determinadas viandas, medicinas u objetos que no habían solicitado pero que eran secretamente deseadas o necesitadas por ellos.
Santo Patrono de la Justicia Social
El papa Juan XXIII que sentía una verdadera devoción por Martín de Porres, lo canonizó en la Ciudad del Vaticano el 6 de mayo de 1962 ante una multitud de 40 000 personas procedentes de varias partes del mundo nombrándolo Santo Patrono de la Justicia Social, exaltando sus virtudes en la homilía de canonización: La gente le llama Martín, el bueno».
En 1966, el Papa Pablo VI lo proclamó patrón de los barberos y peluqueros y, en el Perú, de la justicia social.
La primera película sobre la vida de san Martín, fue Fray Escoba, película española de 1961, del director Ramón Torrado y protagonizada por el actor René Muñoz.
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