San Cristóbal.- Yudy Claribel Carela Cueva tenía 47 años y una esperanza: empezar de nuevo. Después de 20 años atrapada en una relación marcada por el control, la manipulación emocional y el abuso psicológico, finalmente se había atrevido a buscar su libertad.
Pero el deseo de vivir en paz le fue arrebatado el viernes 23 de mayo, en la comunidad Quita Sueño del municipio Haina, provincia San Cristóbal, cuando su expareja, Teodoro Ventura Labegar, la condujo a una trampa disfrazada de ayuda... y la asesinó.Fue su hija mayor, Lidia María Moro Carela, quien narró los días oscuros que precedieron la tragedia. Una historia de supervivencia emocional, de intentos por sanar, de alertas ignoradas y de un desenlace que parecía temido desde hacía tiempo.
Durante dos décadas, Yudy convivió con un hombre al que los familiares de ella describieron como narcisista, controlador e impredecible.
Aunque nunca la golpeó físicamente, su violencia fue constante: la enfrentaba, la desacreditaba, la consumía emocionalmente, narró la mayor de sus hijos.
Antes de Yudy irse de la casa, vivieron bajo el mismo techo, pero dormían en camas separadas, compartiendo la sombra de un vínculo que ya no era amor, sino amenaza.
Lidia María narró que su madre comenzó a acudir al psicólogo, porque quería curarse. Quería tranquilidad. "Decidió irse de la casa por su sanidad mental más que otra cosa. Pero él se obsesionó".
Al saber que buscaban a Yudy, el hombre de 58 años se dirigió a su casa materna, en la calle Mella del sector El Centro de Haina, y se ahorcó. Fue su propio hermano quien encontró el cuerpo, suspendido del caballete del techo.
Solo faltaba encontrar su cuerpo. Lo hallaron cerca de la medianoche, exactamente en el solar que le pertenecía, el que con tanta ilusión salió a vender.
Teodoro no era un desconocido para el peligro. Dos años atrás, su propia hija —producto de una relación anterior— le advirtió a Yudy: "Cuídese de mi papá, porque él dejó por muerta a mi mamá en un matorral, con 15 puñaladas".
Esa mujer había sobrevivido, pero Yudy no corrió con la misma suerte.
También hubo una denuncia formal. Un tribunal de la provincia San Cristóbal le prohibió acercarse, agredirla o difamarla. Pero él seguía mintiendo, envenenando su imagen en la comunidad. Nadie le creía. Todos sabían quién decía la verdad. Por eso, cuando Yudy fue asesinada, hubo indignación. Hubo dolor. Hubo impotencia.
Yudy Claribel Carela era una mujer de trabajo. Lidia afirma que nunca fue vista en cosas malas y dedicó la vida a sus hijos, a su hogar, a su dignidad. "En sus casi 50 años, dejó una huella de integridad".
Su reputación, que él intentó ensuciar, fue defendida por vecinos, amigos, familiares... todos sabían quién era ella realmente.
Teodoro, en cambio, se fue como vivió: con violencia, sin asumir responsabilidades, dejando a su paso una familia rota, un barrio enlutado y una mujer valiente silenciada para siempre.
"Ella solo quería vivir en paz," dijo su hija. Y esa frase, tan sencilla como desgarradora, resume lo que se le negó a Yudy. Su historia no debe olvidarse. Porque contarla es también un acto de justicia.



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