Miguelina Santos Ramírez, periodista, envía éste caso de un amigo también periodista que está pasando por una situación difícil en la Secretaria de Educación Superior y en general con el sistema nacional para lograr la legalización y certificación de sus documentos de estudiantes para especializarse en su área de comunicación corporativa.
Pide darle una manito al colega, y envía copia de su carta que causa “indignación y frustración”.
Hola. Antes de pasar al tema que me ocupa (y preocupa) un par de formalismos. Me llamo Miguel Piccini, soy periodista y me dedico a la comunicación corporativa en una empresa importante del país. Desde el pasado 30 de enero estoy gozando de una licencia laboral que me fue concedida para realizar un diplomado en guionismo cinematográfico en Ciudad México. Diplomado de un año que inició el 6 de febrero último.
Comencé los trámites para solicitar mi permiso de internación como estudiante hace aproximadamente cinco meses. Este permiso es concedido en México a través del Instituto Nacional de Inmigración (INAMI) Hace tres semanas, cuando esperaba (ya prácticamente sin uñas, debido al nerviosismo) la respuesta del INAMI, me informaron que para completar mi expediente hacían falta otros documentos.
Para ser exacto, cuatro; entre ellos, mi título de bachillerato (documento requerido, según me enteré más adelante, por la propia escuela). Como plazo para presentarlos me dieron sólo diez días. Hasta aquí todo bien. Al día siguiente de recibir el e-mail enviado por mi apoderado legal en México, ya tenía los tres primeros documentos que faltaban. Sólo necesitaba el título legalizado. Y fue cuando empezó el verdadero infierno. Como tengo mi diploma original, fui directamente a la Secretaría de Estado de Educación.
Es el documento auténtico, ya saben, firmado en 2002 (fecha de emisión) por el Ministro y con el famoso sello seco. Qué ingenuo. Allí me informaron que para legalizar el diploma necesitaba, entre otras cosas, mi récord de calificaciones de Bachillerato, el certificado de Bachillerato (ojo, no me refiero al diploma que ya poseía) y el certificado de octavo grado de primaria. Ah, también la "viga": una fotocopia del acta de nacimiento. Paréntesis: ¿Se han detenido a pensar en la cantidad de fotocopias del acta de nacimiento que se piden en este país? Creo que alcanzarían para ir a Luna y regresar.
Nada, con el rabo entre las piernas y apoyado en todo momento por mi santa madre, inicié el operativo "recogida de papeles". Para empezar, todos los documentos, salvo el certificado de bachillerato y la fotocopia del acta de nacimiento, necesitaban el sello del Distrito Escolar 15-02, al que pertenece ITESA, institución donde hice los estudios secundarios, y la firma de la directora del Distrito. Colocar el famoso sello, tarda dos días. Para colmo, cuando expliqué mi urgencia y revisaron los documentos en mi poder, me informaron que el récord de notas no tenía validez si no anexaba las fotocopias de las cuatros actas de calificaciones (una por cada año de bachillerato) firmadas y selladas por el colegio.
Los que han visto un récord de calificaciones de bachillerato saben que es una lista de tus calificaciones finales de curso. ¡Sorpresa! Las actas de calificaciones, también. ¿Por qué son necesarias? Sigo sin entender. Para el certificado de octavo, pasaba algo similar. Así que tuve que ir hasta mi escuela primaria, solicitar el certificado y, por supuesto, el acta de las calificaciones finales de octavo, firmada y sellada por el centro. En eso pasé cuatro días, de los diez que tenía para enviar el documento a México.
El día que fui al Distrito a recoger mis documentos, me recordaron que aún hacía falta el certificado de bachillerato. Confiado, enseñé el diploma. "No, lindo, no", me dijeron, "el certificado es otro. Tienes que solicitarlo, con una fotocopia de tu acta de nacimiento (¡OTRA!) y el acta de las pruebas nacionales firmada y sellada por tu colegio y nosotros. El trámite se toma 15 días". Confieso que estuve a punto de comérmela. "¿Y para qué c... sirve este diploma?". Esto que voy a decir no es una exageración mía. La muchacha que me atendió contestó simplemente: "Para colgarlo". Nada, que armo un escándalo y solicito hablar inmediatamente con la máxima autoridad en el Distrito. No estaba, pero afortunadamente me atendió una señora muy amable, llamada Mayra (por cierto, gracias), que buscó el acta de pruebas nacionales ese mismo día.
Actividad bastante complicada, dado que todas las actas descansan en un armario, metidas en fólderes, y tuve que ayudarla en la tarea de rastreo. Otra vez, más sellos, más firmas, más tiempo. Cuando finalmente presenté en la oficina de Pruebas Nacionales el acta de pruebas nacionales debidamente firmada y sellada y la fotocopia del acta de nacimiento para obtener el certificado de bachillerato, el acta fue rechazada. ¿Adivinen por qué? El director académico de mi colegio olvidó firmar encima del sello y lo hizo al lado.
Otra vez, de vuelta al colegio, para corregir la firma. En este nuevo juego, perdí tres días. Y como estoy viendo complicado cumplir con el plazo del INAMI, pues aún falta legalizar en la Secretaría de Educación, la Cancillería y el Consulado de México en Santo Domingo, le pido al joven que recibe los documentos que me permita conversar con el o la responsable de validar los documentos para legalizar. "No se puede". Punto. Mi apoderado legal solicita una prórroga, pero aunque entregue los documentos más tarde, no puedo perder ni un día, pues el permiso de estudiante se retrasará y ¡las clases ya han empezado! El martes pasado, finalmente, me entregan el certificado de bachillerato.
Cuando voy (nerviosísimo) a Oficialía, en la misma Secretaría de Educación, me devuelven nuevamente a Pruebas Nacionales: hace falta un sello en el certficicado de bachillerato y otro en el certificado de octavo. ¡OTROS SELLOS! Vuelvo a Pruebas Nacionales. Dicen que me entregarán los documentos el jueves. Explico que es muy tarde para mí, pero a ellos les da igual. Nadie dice nada, nadie escucha nada, nadie se preocupa por nada. El jueves voy a buscar mis documentos. No están listos. El viernes también. Tampoco están listos. Le pregunto a la joven que recibe detrás de un escritorio y me dice que desde el viernes anterior no están legalizando documentos porque la persona que lo hacía sufrió una trombosis cerebral. Y esta es mi parte favorita: ¿SOLO UNA PERSONA LEGALIZA DOCUMENTOS EN LA SECRETARIA DE ESTADO DE EDUCACION? ¿Y esta burla? Fui esta mañana y aún siguen sin estar listos.
Sin saber qué hacer, recurro al camino tradicional, ese al que el propio sistema nos tiene acostumbrados: el uso de influencias. Gracias a la gestión de una persona que trabaja en la Secretaría, me entero que aún no están legalizando (escribo en la tarde del lunes 19 de febrero de 2007) y lo que es peor: QUE HAN TRASPAPELADO MIS DOCUMENTOS. En otras palabras: ahora resulta que no los encuentran. ¿Qué solución me sugieren? Solicitarlos de nuevo.
Y yo me pregunto cómo es posible que cosas semejantes estén ocurriendo. ¿Por qué nadie da la cara allí? ¿Por qué nadie asume su responsabilidad? Honestamente, ya no sé qué hacer ni a quién acudir. Ya estoy cansado de pasarme días enteros en las oficinas de Pruebas Nacionales y que me vean la cara de estúpido. El número de teléfono que tienen para ofrecer información, podrían arrancarlo de cuajo. Te dicen una cosa cuando llamas y cuando estás allí es otra. No se imaginan la cantidad de personas que están pasando por esto. Recuerdo de una chica de Barahona, que iba a estudiar Medicina a Cuba, becada, y llevaba un mes a la espera de la corrección de su nombre en un título. También de un señor haitiano, que necesitaba unos documentos con urgencia, documentos que la propia oficina de Pruebas Nacionales había perdido ¡HACE CUATRO AÑOS! Detesto, no se imaginan cuánto, divulgar este mensaje. Pero lamentablemente siento que es la única vía para solucionar mi problema y tal vez conseguir que algo se solucione.
Créanme, no le deseo ni a mi peor enemigo todo lo que estoy pasando. Si conocen a alguien que trabaje en Pruebas Nacionales o en la propia Secretaría que pueda darme una mano, lo agradeceré infinitamente. Mi dirección de correo es piccini.miguel@gmail.com y mi teléfono celular: 809-854-0306. En este momento, me acompañan varias emociones. Indignación e impotencia, por supuesto; pero, sobre todo, vergüenza. Atentamente, Miguel Piccini
¡Imagínense lo que implicará legalizar el título universitario!
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