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Funerales que parecen fiestas
En algunos barrios de nuestro país cada vez es más socorrida la práctica de “celebrar” los velatorios con una desenfrenada parranda donde abundan la música estruendosa, los cigarros y el alcohol
Por Arelis Peña Brito para El Caribe

De niña asistí a un velatorio donde –para mi sorpresa- se escuchaba una canción de fondo: “Se ha escapado un angelito. Miren donde va, volando se ha ido. Aquel viejo amigo a la Virgen fue a adorar”.

Para mí era algo nunca visto, totalmente ajeno a la naturaleza de un funeral; pero lo que más me impactó fue ver a un grupo de jóvenes reunidos en torno al ataúd, coreando con profundo sentimiento aquellas letras para el compañero ido a destiempo.

Ya de adulta, he asistido a algunas exequias donde una o más personas cantan un par de estrofas en honor del fallecido, por lo general una tonada que refleja la tristeza ante la muerte del ser querido. Hasta aquí todo parece tener cierta normalidad.

Lo que no logro asimilar es la cada vez más socorrida práctica en algunos barrios de nuestro país de “celebrar” los velorios con una desenfrenada parranda donde corre la cerveza en vez del llanto.

El pretexto es casi siempre que el difunto –por lo general joven y de clase baja- era una persona alegre, que en vida había pedido ser sepultado con fiesta; así que, como homenaje póstumo, “complacen” al muerto llevando una “discolight”, bailando, fumando y bebiendo hasta más no poder.

Incluso hacen disparos al aire para agregar mayor emoción a la juerga.
Hace unos días presencié un cortejo fúnebre de este tipo en las inmediaciones de la autopista Duarte. Aquello era un monumento a la depravación.

Decenas de hombres y mujeres agolpados en las capotas de los vehículos y muchos más a pie o en motocicletas, botellas de cerveza o de ron en mano, y como enloquecidos por un estruendoso reggaetón.
Lo peor del caso fue el taponamiento que aquel peculiar desfile provocó y la actitud desafiante con que marchaban sus militantes en medio del caos vehicular.

Para mayor particularidad, aquella muchedumbre iba flanqueada por varios agentes policiales, no sé si para proteger a los ¿dolientes?, o a las personas que encontraban a su paso.

Tan lejos llegan los seguidores de esta tendencia, que algunos hasta osan secuestrar los cadáveres, al llevárselos por encima de la voluntad de los familiares del muerto para despedirlos a su estilo.

Reconozco que en aras de la buena convivencia hemos de respetar el derecho de los demás a vivir sus experiencias como mejor les plazca pero, caray, creo que esta es una manera un tanto extraña de llevar a alguien a su última morada.
Arelis Peña Brito es periodista.
arpebri@yahoo.com

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