Román Dorlean, un joven haitiano que entró ilegalmente al país hace dos años, es ahora una celebridad al haberse popularizado un video en el que, con mucha gracia, aparece vendiendo “palito de coco”, entonando frases que invitan a su consumo.
Todo el mundo habla de él en las redes sociales y en cualquier ambiente, presentándolo como un fenómeno de la música callejera y muchas manos amigas, dominicanas, han sido extendidas para ayudarlo.
Especialmente la de artistas o productores musicales y directores de conjuntos musicales.
Ven en él a un artista urbano, callejero o de patio, como se les llama ahora, y tratan de ayudarlo y encaminarlo para que se abra paso en la vida, con mejores augurios.
Nadie lo ha discriminado porque sea haitiano o porque se encuentre ilegalmente en el país.
Tal vez su inesperado “boom”, y la acogida sin límites que ha tenido en el seno del pueblo, serán factores que le favorecerán a la hora de acogerse a las oportunidades que crea la sentencia del Tribunal Constitucional para regularizar su estatus en nuestro país.
La amplitud de la acogida que ha tenido y los empeños de varios artistas y empresarios radiales y televisivos para ayudar a “Palito de coco” a incursionar con éxito en el mundo del espectáculo, es otra prueba de la solidaridad, la generosidad y la hospitalidad del dominicano, parte esencial de su idiosincrasia, aunque muchos de los nuestros y las nuestras vivan a espaldas de esa verdad.
Editorial Listín Diario
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