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Matthew en Baracoa de Cuba

Cuba. Baracoa. EFE.-  Hoy Baracoa, aún no ha visto el sol y su cielo gris combina con los rostros impotentes e incrédulos de quienes han despertado con el destrozo y la desolación tras el paso de Matthew, que azotó sin tregua durante siete horas esta ciudad del extremo oriental de Cuba, la más castigada por el feroz huracán.
Para cada uno de los habitantes de esta ciudad, la mayor población de la isla en recibir directamente los embates del intenso huracán de categoría 4, esta noche ha sido la más larga de sus vidas o como asegura Mercedes, “algo que jamás olvidará” y que marcará un antes y un después en sus vidas.
“Esto fue como una película de terror, era como un león lo que nos estaba comiendo”, contó a Efe esta baracoense de 56 años que tuvo que salir de su casa, a pocos metros del mar, en mitad de la madrugada cuando el “agua ya llegaba casi hasta el cuello”.
Olas de más de 10 metros de altura y vientos sostenidos de 250 kilómetros por hora hicieron estragos en la línea de costa de Baracoa, donde está situada la vivienda de Mercedes, quien junto a sus vecinos se afana ahora en hacer recuento de daños y recuperar lo poco que queda de sus pertenencias, enterradas bajo techos caídos y paredes derruidas.
“Fue una cosa muy grande, el mar llegó y lo destruyó casi todo. Necesitamos apoyo, mucho apoyo, estamos derrumbados, sin corazón”, aseguró entre lágrimas, su hija, también Mercedes.
Esta familia perdió la cubierta y la mayor parte de la segunda planta de su hogar, un panorama que se repite en casi el 90 por ciento de la ciudad, famosa por ser la primera villa fundada por los conquistadores españoles en Cuba, sus bellezas naturales y su producción de cacao.
Sin embargo, a muchos ahora no les queda siquiera el consuelo de contar con cuatro paredes.
Con el amanecer, la calma ha regresado a solares vacíos, un amasijo de ladrillos y madera donde hasta hace solo unas horas se levantaba una casa.
Los edificios multifamiliares frente al emblemático malecón de la ciudad ofrecen una vista desoladora: el mar los golpeó con tal fuerza que arrancó de cuajo balcones y escaleras, dejando atrapadas a muchas personas que todavía esperaban ayuda para salir de sus viviendas.
En pie no queda casi un solo árbol, el tendido eléctrico -sin energía desde hace casi 24 horas como medida preventiva- cuelga en madejas de postes inclinados y las señales de tránsito no cumplen ya su cometido, arrancadas por el viento.
Los baracoenses caminan lúgubres, preocupados, incrédulos, con mochilas y maletas, colchones bajo el brazo y la mirada perdida.
Muchos esperan sentados entre los escombros, otros filman con sus teléfonos móviles, algunos se mueven tratando de salvar alguna pertenencia y otros lloran impotentes, abrumados ante la tarea que queda por delante: levantarse, rehacer sus hogares y continuar la vida tras Matthew.
“Aquí tenemos para 10 años” comenta una señora, sentada en lo que fue una puerta.
Una pareja se abraza y mira hacia una casa derruida por completo, justo al lado de una edificación que quedó milagrosamente en pie y a la que regresa una familia al completo, perro incluido.
Otros, como Alfonso, son más optimistas: “mientras haya vida, lo demás no importa”.
“Fui víctima del ciclón, hay personas que están preocupadas por lo material, pero la vida es irrecuperable. Pensamos que con la ayuda del Estado, el Gobierno y los mismos vecinos, vamos a recuperar lo que teníamos anteriormente.

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